Hace mucho tiempo que no escribo, tal vez por miedo o porque no puedo formular muy bien mis emociones en palabras. Aunque tengo tanto que decir y opinar el miedo me invade la mayoría de las veces.
pero bueno, aqui voy..
Por un momento se sintiera imposible escapar del sentimiento de vacío y soledad que deja la muerte, y que es ahondado al ver acercamientos crueles a la tragedia y el dolor del otro -que en última instancia es el dolor de todos.
Escribir acerca de religión, política, racismo siempre es controversial. Y es mucho más complicado dado el clima del debate público actual. Yo escribo como pecadora, evangélica, y estudiante de teología. Escribo inevitablemente desde la iglesia, y para la iglesia; con la esperanza de que las personas que no son miembros de la iglesia encuentren mis escritos como un vehículo que promueve el diálogo caritativo.
Y este lamento no es pasivo, sino que es un clamor por justicia. Son voces que se levantan, manos que se alzan, y pies que caminan por los senderos tortuosos de mi cultura, buscando que todos florezcan; reconociendo la dignidad en los ojos de todos aquellos que reflejan el arte de su Hacedor. Responder a esta tragedia nos toma el entender que las personas son personas, no proyectos, y que todos estamos rotos. Somos gente quebrantada de una u otra manera… Y de la misma manera. Ante esta realidad, la buena noticia del evangelio es que la Vida nos encuentra en esta vida tan llena de muerte, mostrándonos que otro mundo es posible.
Atributos de Dios de A. W. Tozer, y fui conmovida por un capítulo en particular (el 8, titulado La inmanencia de Dios). Podría detenerme a explicar algunos términos, pero no creo que necesitemos mucha terminología cuando tu corazón es estremecido. Por cierto, usualmente no podemos verbalizar esa experiencia. Hay una sección en el capítulo en la que Tozer habla acerca de las cualidades de Cristo y las contrasta con nuestra naturaleza humana…
¿Ha notado que Jesucristo era absolutamente generoso y se dio a sí mismo? Pero ¡qué egocéntricos e indulgentes con nosotros mismos somos la mayoría de los cristianos! […] Por supuesto, un Cristo completamente desinteresado quien se dio a sí mismo, se entregó y no tiene egoísmo, no puede caldearse con el corazón cristiano que es autocomplaciente y egocéntrico… nuestro egoísmo nos impide disfrutar la comunión, la dulzura que transforma a algunas personas en santos mientras caminan sobre la tierra.
La generosidad de Cristo… Mi egoísmo… ¿Mi vida es una vida de generoso servicio a Dios y por lo tanto, a los demás? ¿Sirvo generosamente a mi familia, a mi iglesia, a mi comunidad, al deambulante en la entrada del restaurante de comida rápida? Y luego, Su amor…
Él amó tanto que dio todo. Pero ¡que calculadores somos muchos de nosotros! […] Así que tenemos todo resuelto. Ponemos nuestra vida espiritual en un presupuesto. No invertimos en Dios nada a menos que podamos justificarlo en las columnas de nuestro presupuesto… Hay personas que se comprarían un automóvil nuevo aunque eso significara que su iglesia quiebre y tenga que cerrar sus puertas. Hay mujeres que vestirían al último grito de la moda aunque muriera la causa misionera y todos los misioneros tuvieran que volver a su casa… [T]enemos un amor calculador, un amor que no se entrega.
¿Me he entregado por completo? Pues Él se entregó completamente por mí. ¿Me he dado como Él se dio, completamente? ¿Es mi amor uno calculador? ¿Tengo un presupuesto espiritual? Y luego está su humildad…
Aunque fue el altísimo, Él se humilló y actuó como el más bajo. Y aunque nosotros somos los más bajos, a veces actuamos como los más orgullosos y arrogantes. Qué absolutamente diferentes de Jesús, qué diferentes de Dios.
Servir fue estar más cerca del corazón de Dios. Y quizás muchas veces pensamos que el estar trabajando con todos los grupos en la iglesia local es servicio (¡y lo es!), pero existe esa clase de servicio que está fuera del micrófono, los programas y las luces. Existe esa clase de servicio donde no es posible el protagonismo. Es esa la clase de servicio que demos, allí en la oscuridad, donde nadie ve y donde el ser humano no puede dar recompensa alguna. Es esa clase de servicio en el seno del hogar a diario, al hacer las cosas que nadie quiere hacer. Es ese amor que se entrega por completo a un desconocido en necesidad, simplemente porque la imagen de Dios está en él. Oro a Dios en arrepentimiento y con la esperanza de que mañana pueda servir allí donde Él quiera y donde nadie me vea. Seamos como Jesús.
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